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CUANDO SUENA LA ALARMA


Era la tercera noche en la guardia nocturna; silenciosa, apacible e incluso demasiado tranquila para ser invierno.
       
Éramos ocho guardianes quienes nos encontrábamos  en el cuartel efectuando diversas labores, unos estaban estudiando otros revisando el material de la unidad B-4, mientras que yo me encontraba en mi dormitorio planificando las actividades que debía realizar al día siguiente.
       
Con mi uniforme de trabajo ordenado, me recosté quizás esperando el sonar de la alarma ya que mi intuición femenina me hacía prever que esta noche no iba a ser muy tranquila.
       
No esta equivocada, transcurridas algunas horas la Central de Alarma del Cuerpo de Bomberos de Temuco nos anunciaba un incendio.
            Javiera Carrera – Inés de Suárez
            Procedan Unidades  B 7 – B 4.
         En solo segundos ya había tripulado la unidad, en ese instante la central nos informa que procedíamos a un 10 –0 (llamado estructura).
       
El Teniente a cargo de la unidad comenzaba a delegar las funciones del primer y segundo ataque, en tanto los demás bomberos nos equipábamos y a la vez ayudábamos a quienes debían ingresar al incendio  en primera instancia. A solo cuadras del llamado se lograban observar enormes llamas, similar a la forma de un hongo, pero de fuego, en ese momento se anunciaba la alarma de incendio, por lo cual solicitaban más unidades al lugar, se trataba de un albergue de menores.
       
Al llegar al llamado los cuatro bomberos de la cuarta compañía designados para el primer y segundo ataque, con respectivos equipos de respiración autónoma y ataques rápidos (dos tiras de 50 milímetros y un pitón de 50) ingresan al centro de menores, seguidamente los demás voluntarios, transportando escalas, hachas, palas y otros implementos. En esos instantes, los comandantes ya se encontraban en el lugar quienes analizaban la situación y ordenaban a los capitanes  de las distintas compañías el trabajo que debían desplegar, siempre resguardando que el fuego no se propagara a las casas vecinas.
       
Una vez en el interior del centro las llamas parecían lenguas de fuego que aumentaban rápidamente debiendo personal de bomberos ejecutar un plan de acción que permitiera controlar la situación.  En ese momento me encontraba en el interior junto a una compañera, ambas primerizas en incendios declarados y, sin pensar dos veces tomamos un ataque rápido que se encontraba en el suelo e ingresamos a un módulo que estaba envuelto en llamas. Cuando comenzábamos a extinguir el fuego y bajo el murmullo de cientos de voluntarios se escucha una voz que decía: ¡Salgan del lugar, el techo está cediendo! ; tal vez las ganas de continuar trabajando no nos hizo percatar del peligro, sin embrago tras una segunda voz de advertencia, sólo sentimos una fuerza que nos saca rápidamente  del lugar.
         Ya eran las tres de la madrugada y el incendio estaba controlado, no obstante se lograba percibir entre mis compañeros cuartinos y demás voluntarios un ambiente de tristeza. Habían fallecido ocho menores por asfixia al interior de uno de los módulos, lugar donde se había originado el siniestro. El señor comandante informa de lo ocurrido a las autoridades pertinentes y luego daba a conocer a la central que la situación estaba 6-7 (controlada), por lo cual las unidades debían retornar a sus cuarteles.
         Una vez en la compañía y compartiendo de un café observé nuevamente en mis compañeros ese ambiente de pesar, el cual también compartía, ya que tuvimos la fuerte misión de ver los cuerpos de los jóvenes fallecidos. En ese momento de compañerismo incondicional y de trabajo  conjunto me sentí orgullosa de pertenecer a bomberos y especialmente a la cuarta compañía, reafirmando mi opinión que bomberos no sólo somos voluntarios que nos abocamos a apagar incendios, sino seres humanos que también sentimos el dolor de quien sufre.


Jacqueline Alejandra Leal Valenzuela
Voluntaria Cuarta Compañía, "Bomba España"
Cuerpo de Bomberos de Temuco
Periodista