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Estampillas
PUCARÁ
Séptima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Maipú

El alba quiso quedarse a dormir destellando,
noveles brigadieres caminando,
coronaron la plaza nueva, pastos fundidos
a una pieza vieja, como semillas del paisaje
de la tierra brotaron, la voluntad y el trabajo.

Marcas de fuego asomadas al frontil,
bronces esculpidos a cincel,
memoriales sensaciones, siete estrellas de noche
bajaron hermanadas,
unidas a cien generaciones de sirenas y pitones.

Entre claveles de piedra nacieron los cascos,
adyacentes hombres de destinos diversos,
fundieron quimeras, prometidos compañeros
contar gotas de fuego.

Se abrirán las páginas coronadas de honor y cantares,
las escarchas del tiempo barrerán el silencio,
las brazas diáfanas, los ígneos cristales,
los alfileres danzantes,
todos sucumbirán por la vértebras de agua
de los séptimos hombres.

La semilla esparcida en huertos envejecidos,
untados y crudos ramajes irrumpieron los espacios soñados,
las manos araron la piedra, la tierra cedió
y fragentadas salas florecieron,
para que pernocten los carros siderales,
los hombres despertarán por una ronda de alarmas,
formarán los ungidos, como troquelados tripulantes,
en prefacios de batallas ancestrales.

Anoche rayó el aire la sirena
y mi padre dejó la cena, las ondas vibrantes como melodía
surcaron con ecos rudos y secos,
himnos de agua alumbraron en sus ojos brillantes,
los sueños y realidades saltaron a retar el fuego de los volcanes,
sin temor ni retardo, la voluntad respondió
con solícita presteza, dejando cansancio y calma.
Quedó su sombra vagando en la silla vacía,
hierbas ennegrecidas, paredes sin sombras,
calcinadas maderas o aguas sin reserva.

Mi madre y yo, rogamos en silencio al Señor,
que nos lo devuelva sin dolor, el deber lo llevó
a socorrer, su ideal y honor, cuan hidalgo marchó.
Nosotros quedamos como huella, tal como se deja una estela,
para ir en ayuda de los demás.
Mas  ¡hay me aterra pesar!
que en el silencioso sueño el horror me haga despertar,
con fiero y cruento dolor, al saber que entre ruinas
su nombre se evaporó, que se fue a pernoctar con los cipreses,
que florecieron de su pecho siete lirios de plata,
candelas y remembranzas, dándole luto y gloria
a su bomba Pucará...
pero volverá como una mañana, con trozos de luz en las manos,
asomado como menguante, dirá con ojos de humo,
el deber se cumplió una vez más.

Cuando rompa el alba
envejeciendo mi adolescencia, cuando sobre escombros humeantes
florezcan las azucenas, cuando mis manos sean herramientas,
cuando la esencia del hombre amanezca en mi alma,
y el sol sobre el horizonte ilumine la senda....entonces,
acuartelaré en el descanso, buscando la herencia de los fundadores,
sembrada un cinco de febrero y como mi padre,
de la Séptima de Maipú....seré bombero.

Jorge  E. Marín A.