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VOLUNTARIO
Bajo el suave fulgor de una alborada
que iluminó la humanidad de tu alma
prendió en tu espíritu, como una rosa blanca
el ansia de servir, tu joya inmaculada.
Nada importa el regazo ni la calma,
nada importa el sabor de la ternura;
hay vidas que salvar, hogares en desgracia…
y una sirena llama… y una sirena llama.
Murió en tus ojos la ilusión de un día,
y en los escombros de barro y de ceniza,
quedó tu cuerpo yerto en la fría penumbra.
Te clamará una madre, te esperará una novia,
pequeños que no saben, esposas que sollozan.
Son las únicas flores que adornarán tu tumba.
ARMANDO ESPINOZA MONTECINOS