AL BOMBERO
Vedle seguir por la tortuosa ruta,
su frente altiva en el sudor bañada;
Con el terrible fuego se disputa
el palacio y la choza en llamaradas.
Cuando el atroz peligro se acrecienta
con la quemante llama que le abraza,
aumenta su valor en la tormenta
y muy pronto los muros despedaza.
Al inocente niño le defiende
del peligro terrible que devasta
el extenso poblado que se enciende
y tal parece, que por si se vasta.
Al hombre enfermo, al desvalido anciano,
a la mujer y al opulento rico,
auxilios presta su tostada mano,
y luego empuña el acerado pico.
Caldeado el rostro, con mirada fiera,
envuelto en la espiral del humo horrendo,
parece el noble atleta que muriera,
en suplicio de llamas pareciendo.
Tal es el bombero generoso, ostenta
de su valor la noble bizarría,
del corazón la savia que le alienta
en las horas de insólita agonía.
LUIS R. PALACIO