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BOMBERO

Cual tigre que en agreste encrucijada
oculto acecha el sueño del viajero
y que luego sobre él se lanza fiero
y le destroza y mata sin piedad;
súbito así, por la tradición velado;
el terrorífico incendio se desata
se tiñe el cielo en pálida escarlata;
y clarea la inmensa oscuridad.

En compacta espiral el humo sube
el fuego de llama a otra da
batida por el ala de la brisa
y el siniestro domina triunfador
el pino, el roble que talla el arte
de soberbia y gallarda arquitectura;
en pavesas descienden de la altura
al contacto del monstruo destructor.

Presto la brisa en vendaval se truca
y el fuego en torbellinos se derrama
de cuadra a cuadra la chispeante llama
se arrastra, ondea y busca que abrasar;
prende azulada luz, el zinc combuste
las techumbres al caer crujen, resisten
más las hambrientas llamas las embisten
y a tierra vienen con estruendo a dar.

En torno de ese mar de vivo fuego
se apiña el pueblo, de estupor sumido
grita, en pociones dividido
evoca amparo, auxilio en tanto mal;
al desgaire vestida y en los brazos
salvando apenas a su infante amado
va la madre y el padre atribulado
de dulce hogar ve el término fatal.

Ola tras ola de rugiente fuego
del incendio que crece se desprenden;
los negros tumbos de humo el aire hienden
y al cielo prestan lúgubre matiz.
¡Quién conjurar podrá este pavoroso
siniestro que de ruinas se alimenta,
y que a cenizas reducir intenta
esta ciudad tan próspera y feliz!




Ya miro, sí, con su chaqueta roja
un héroe está, intrépido, arrogante
desafiando las furias del gigante
luchando hasta vencer o hasta morir.
Ese bravo que, impávido, al peligro
se lanza entre todos el primero,
es de este pueblo el tutelar bombero
que el deber que se impuso va a cumplir.

Es cual ángel que encubre bajo su ala
la lejana propiedad y en atalaya
incansable se presta y no desmaya
en la ruda labor de su misión.
¡Loor de mi Patria a este bendito hijo!
en cuyo pecho patriotismo anida;
al defensor de propiedad y vida
¡Loor para él y eterna bendición!

JORGE  I. GARCIA