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ABNEGACIÓN


Velar por el bien ajeno
siendo humilde y siendo honrado,
haber un poco soñado
con la dicha de ser bueno;
no haber sentido el veneno
de todo aliento mezquino,
que en las vueltas del camino
todo hiere y marchita,
es tener ansia infinita
de cumplir con su destino.

Tal es el fin verdadero
de la misión del que lleva
ese uniforme que eleva
en las filas al bombero;
héroe anónimo y sincero
cuando al peligro se lanza,
ni un justo premio le alcanza,
ni su deber es glorioso,
ni tiene horas de reposo,
ni tiene horas de esperanza.

Madre, esposa, hermana, amantes
que un santo ser avasalla,
ves al deudo que no calla
sus amores más constantes,
en los supremos instantes
en que suena la campana.
Y corre y su suerte hermana
con el que sufre, austero
no piensa nunca el bombero
si estará muerto mañana.

Si aquí llora un desgraciado
que el fuego quemó su tienda;
si allá a perdido su hacienda
el burgués afortunado;
si allá el fuego a devorado
lo que a nadie nada importa,
en todas partes soporta
y lucha con ansia inmensa
el Bombero que no piensa
si la vida es larga o corta.

Y el que a nosotros nos llama
locos, porque siempre han sido
tan locos los que han sentido
germinar en sí, la llama
de algún deber, nos da fama,
y ante su afán que no aploma
se me figura que asoma
y este loco estimula, Nerón
que su arpa modula
sobre el incendio de Roma.

Vosotros, que sois del todo
nobles, buenos compañeros,
que siempre sois los primeros
que sois valientes de modo
que nunca hayáis acomodo
para eludir la tarea,
no llevareis por presea
distinciones de validos
sois héroes ungidos
por una humilde pelea.

Sois los esclavos que hermana
una causa santa y bella,
que dais el alma por ella
al tañer de la campana;
y el que por nada se afana
y ante el bien ajeno es ciego,
viviendo en muelle sosiego,
dice con frío egoísmo
“No me explico el heroísmo
del que lucha contra el fuego”

Compensación inclemente
que a cada cual ha fijado
unos premios; para el malvado
triunfos; para el que siente
amor por el ser doliente,
si es mártir, una corona de espinas,
y si su vida eslabona
por un fin sincero y puro,
como el Bombero os lo juro
no lo premiéis, él perdona.

Ante el deber, el no piensa
que la vana ostentación,
pues lleva en el corazón
la más dulce recompensa.
Todo su afán se condensa
en servir a los que gimen
y en salvar a los que oprimen
mientras hay premios a veces
para premiar hasta el crimen.
Inesperados reveses.

MIGUEL FERNANDEZ RODRIGUEZ