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Estampillas
"El Terror a la Sirena"
PRIMER PREMIO- II NIVEL (1°-2° MEDIO)
María Inés Rivera Camaño
Tomé (VIII Región)
“I Concurso Nacional Escolar de Pintura y Cuentos, Bomberos de Chile". 1998

Despierto sobresaltada, llueve, y el viento trae hasta mi alcoba el sonar triste de la sirena del Cuerpo de Bomberos de mi ciudad.

Me acurruco bajo la ropa de cama, llena de angustia y temor. Sé que alguien de la comunidad necesita ayuda, y ésta debe venir de los abnegados trabajadores bomberiles; me resisto a la idea, pues ella siempre me genera una gran preocupación, mi padre es un bombero.

Siento en su dormitorio el crujir de la cama y su rápida carrera buscando su ropa de salida.

Se oye una nueva llamada como exigiendo mayor rapidez a los hombres del fuego. Escucho el abrir y cerrar de la puerta de mi casa y los veloces pasos de mi padre alejándose en la noche.

Tirito de frío, llamo a mi madre, la que llega a acostarse conmigo, invitándome a que me quede dormida, tranquila, a pesar que siento en su voz la misma angustia que me deprime.

Han pasado los años y aún no logro sobreponerme a los llamados de la sirena, a pesar del orgullo que sentía cada vez que mi padre participaba en acciones de riesgo, o socorrer a familias afectadas por inundaciones o accidentes, o cuando con razón de alguna fiesta aniversario lo veía desfilar con su uniforme de gala, cuidadosamente planchado por mi madre, lleno su pecho de cintas y medallas, en premio a su valentía, coraje y disciplina en le cumplimiento de su deber.

En mis noches de insomnio, recreaba cada una de las historias que él nos contaba después de haber participado en algún incendio. Sobre todo recuerdo con mucha emoción, su relato referido al siniestro que afectó a gran parte de la casona habitada por el párroco del pueblo, donde hospedaba anciano abandonados.

Nos contaba con mucho orgullo cómo lograron rescatar con vida a la totalidad de las personas que se encontraban esa noche durmiendo en ese lugar, a pesar de la tristeza que les embargaba, producto del fallecimiento de tres jóvenes voluntarios, que perdieron la vida al volcarse el carro bomba en que se movilizaban hacia el lugar del siniestro. Yo me repetía en mi inocencia, nunca me casaré con un bombero.

Hoy me encuentro esperando a mis amigos; juntos iremos al desfile de fiestas patrias.

Mi padre ya más entrado en años, es el abanderado de su compañía. Lo veo avanzar, en formación de preparación para el desfile, escoltado por dos jóvenes voluntarios, que no conozco. Al pasar frente a nosotras, le tiro un beso, pero él no se da cuenta, percatándose de mi gesto, uno de los escoltas, el que me sonríe y me saluda con una leve inclinación de su cabeza. Quedé fascinada por mi parte y creo que él también por su forma de mirarme, me siento enamorada: ¡Ay de mi!, ya no sé si me quiero casar con un bombero.