“UNA HISTORIA PARA CONTAR”
Tercer Lugar del Segundo Nivel
Autor: Carolina Torres Mora
Edad: 13 años.
Colegio: Santa Teresita
Curso: Octavo año Educación Básica
Comuna: Talcahuano
Región: Octava del Bío Bío.
* * *
Por fin puedo comenzar a contar mi historia. No puedo explicar qué sentimiento me embarga, sólo sé que creí tener una oportunidad en la vida, pero ahora me doy cuenta, tras una gran prueba, que Dios tiene algo más pensado para mí...
Todo comenzó cuando era niño, un sueño de poder ayudar, querer sentirme una persona útil al mundo; no podía pensar en otra cosa sino en algo muy anhelado, el poder convertirme algún día en aquella persona que no le teme a nada, que sirve sin mirar a quién. Sólo esperaba poder ser “Bombero”. Al pasar los años, este anhelo no podía detenerse. Al llegar a los 18 años, se dio la gran oportunidad de mi vida, sin dejar mis estudios y una carrera por delante, me aventuré a una gran meta casi imposible.
Cuando llegué al cuartel de Bomberos, se sentía un ambiente de solidaridad. Creí estar en un sueño del cual no quería despertar, sentí que ese vacío de hace muchos años se llenaba de alegría. No supe reaccionar. Miles de personas ante mí, muy valientes, me miraban como queriendo decir “bienvenido”. Ya sabía que en este trabajo solidario no se gana dinero, sólo es la voluntad de ayudar la fuerza que los guiaba.
El gran sueño se había concretado. Repentinamente, suena la sirena, dando por seguro que aquellas personas necesitaban de nuestra ayuda. Me puse mi uniforme, subimos al carro bomba y nos dirigimos a atender el llamado. Mi corazón estaba muy agitado, sólo pensaba en llegar pronto para estar seguro de que el incendio no se propagaría más de lo esperado.
Esa fue mi primera experiencia como bombero y fue la decisiva para reafirmar la opción de ingresar a esta Compañía.
Pero mi vida no había terminado allí, algo estaba planeando para mí el destino... Mientras cumplía mi labor como bombero y continuaba mis estudios, no supe cómo se pasaron los años, conocí a una mujer que me llenó la vida, nos casamos y tuvimos tres hijas maravillosas. Parecía que Dios me colmaba cada día de felicidad, no se podía pedir más.
Todos los días había un gran trabajo que realizar, una nueva experiencia que vivir, debíamos ayudar a muchas personas, los incendios en barrios, poblaciones, ciudades, industrias y casas; la gente no sabe cuál es el sacrificio de este oficio, uno arriesga la vida y todo lo que tiene por salvarlos y ayudarlos desinteresadamente.
He tenido varios llamados que muchas veces son imposibles de controlar y que dejan una angustia en el corazón. Aún recuerdo una casa llena de personas quemándose poco a poco sin encontrar un lugar por donde poder escapar o entrar a socorrerlas. Terribles accidentes automovilísticos producidos por la imprudencia de las personas. Todo esto me hace pensar cómo la gente sufre al perder las cosas que con esfuerzo lograron, familiares que se pierden por un descuido; es un escenario aterrador, pero asumo esas experiencias como un gran reto.
Llegó aquel día, ese que a nadie le gustaría recordar... Todo comenzó como un día normal. Estaba en el cuartel cuando repentinamente sonó la sirena. Esta vez era una gran industria con miles de trabajadores. Todos nos apresuramos al incendio; al llegar, corríamos de un lado para el otro, sacando a la mayor gente posible. Nunca me había tocado un incendio de este tipo.
De repente, se oye una mujer gritando en una esquina de la gran industria, envuelta en llamas encerrada en una de las oficinas del edificio. Cumpliendo mi labor, la fui a rescatar, adentro estaba todo casi destruido, el humo no permitía hacer nada. Corrí a tratar de sacarla de la oficina, pero ahí ocurrió lo impensable. Al salir con la mujer en mis brazos, cayó sobre mis piernas una enorme viga, producto del derrumbe que se estaba produciendo en la industria, mis compañeros corrieron ayudarme pero ya era tarde, nadie podía remediarlo, ni ellos ni el más absoluto milagro... Había perdido el control de mis piernas...
Sin perder tiempo, me llevaron al hospital más cercano, ingresé de inmediato a la sala de operaciones. Al despertar, ya todo estaba hecho, mi esposa e hijas me acompañaban y al querer levantarme, las piernas no me respondieron. Fue terrible, todos trataban de explicarme lo ocurrido, pero yo no podía escuchar a nadie...
Han pasado dos años después del terrible accidente, luego de un gran esfuerzo hoy estoy en rehabilitación, la vida me ha regalado otra oportunidad, ya tengo otra razón por la que luchar. Así como ese primer sueño tan anhelado de ser bombero se cumplió, hoy sé que si pongo todo de mi parte, más el apoyo de mi familia y mis hijas, podré salir de este período de mi vida y terminar lo que Dios tiene pensado para mi. Por lo tanto, por fin puedo comenzar a contar mi historia...