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Estampillas
“LA VERDAD DE UN BOMBERO”
Segundo Lugar del Segundo Nivel
Autor: Isabel Ojeda Montecinos
Edad: 12 años.
Colegio: Instituto San Martín
Curso: Séptimo año Educación Básica
Comuna: Curicó
Región: Séptima del Maule.
* * *
Salió como todos los días hacia el trabajo, preguntándome y tratando de entender por qué todavía es un bombero, hacía tiempo que en su mente rondaban los recuerdos... Llegó a la estación con un ánimo diferente, extraño, algo así como un presentimiento que incluso sus compañeros lo notaron y le preguntaban: ¿por qué estás así? ¿qué te pasa?... Él se decía a sí mismo: tantas preguntas para una sola persona. De repente, suena la sirena, se pone su casco y sale hacia el camión para apagar el incendio.
Mientras pasaban los minutos, antes de llegar al lugar, el capitán daba las instrucciones y le dijo: tú vas a hacer caso en todo lo que yo diga; el novato se preguntaba ¿por qué me habla así? ¿qué estará pensando, que hay de distinto?... Llegaron hasta el lugar, se bajaron del camión, sacaron las mangueras y el equipo y empezaron a lanzarle agua a todo lo que se quemaba. Los hombres decían: ¡estas parecen las puertas del infierno!
Cada minuto que pasaba el fuego se hacía más intenso... De pronto, se escuchó una voz que decía: ¡allá arriba, miren para arriba!. En el balcón del edificio se veía una mujer con un niño en sus brazos. El capitán se dirigió a ambos: ¡Vayan enseguida a rescatarlos! Corrieron hacia el edificio, empujaron lo que quedaba de puerta y mientras subían las escaleras, se escuchaban los llantos de un niño y una mujer que pedía ayuda. Al escuchar al niño, los recuerdos llegaron de golpe a su cabeza... Allí estaba el día del incendio que acabó con su familia ... Su hijo le pedía ayuda y no podía salvarlo... Escuchar a su esposa, gritando de dolor y no poder ayudarla... En ese momento quedó paralizado. El novato le dijo: ¡Vamos, tenemos que ayudar a la mujer con el niño! Reaccionó, saltó por encima de unos objetos, tomó al niño en sus brazos y se lo pasó al novato; se devolvió para sacar a la mujer, y el novato gritó: ¡Cuidado! Él miró hacía arriba y una viga venía en su dirección.
Empujó a la mujer hacia donde estaba el novato y la viga le cayó encima, al tiempo que gritaba ¡corran! ¡salgan de aquí!. El novato cargó al niño en sus brazos y tomó a la mujer de la mano y salieron. Al volver, vio que nada podía hacer ya por su capitán.
Nunca pensó que podría superar la angustia con la que vivió desde aquel triste día... Su mujer y su pequeño estaban en casa, esa noche celebrarían, pues lo habían ascendido en su trabajo. Nadie pudo explicarse qué ocurrió: La explosión, el calor anaranjado de las
llamas en el cuarto... El dolor de peder a su familia, pero allí está nuevamente, todo volvía a ser como antes... Querido, que bueno que llegaste... ¡Hijo, hijo! Aquí esta papá.
A la mañana siguiente, fueron los forenses y encontraron el cuerpo, avisaron a la estación de Bomberos diciendo que debían reconocerlo. Más tarde, el novato encontró, entre sus cosas, una carta que decía:
“A pesar del inmenso dolor que siento al no poder abrazar y besar a mi esposa y mi hijo, creo que el único consuelo y lo que me mantiene vivo y con fuerzas para seguir siendo bombero, es tener la posibilidad de que con mi ayuda y mi esfuerzo otras personas no sientan este vacío y dolor que me consume, por eso es que si Dios me lo permite daré mi vida por los demás.”
En ese momento, el novato comprendió el porqué de su actitud para con el resto de sus compañeros, tal vez su apatía era sólo una forma de no mostrar su dolor, su soledad y logró entender la grandeza de su gesto.
El día del funeral, toda la comunidad lo fue a despedir... No sólo sus compañeros estaban allí, también muchas personas anónimas a quienes, en más de alguna ocasión, había ayudado. Mientras rendían honores, el novato pensaba “es el hombre más generoso que he conocido” y luego se marcharon.