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Estampillas
“EL TRABAJO DE MI PADRE”
Segundo Lugar del Segundo Nivel
Autor: Dania Marina Bizama Labra
Edad: 13 años.
Colegio: San José
Curso: Octavo Año Educación Básica
Comuna: San Pedro de la Paz
Región: Octava del Bío-Bío.
* * *
Cada tarde, mi padre me venía a buscar al colegio y frecuentemente conversábamos
de su niñez y de lo desordenado que había sido.
Él era Voluntario del Cuerpo de Bomberos de L..., su valor y su espíritu aventurero
lo habían llevado a tomar esa decisión antes de casarse con mi mamá, quien había muerto
cuando yo sólo tenía seis años. En esos momentos, por los cuidados que yo requería, él
pudo dejar la Compañía, pero algo lo impulsó a no hacerlo. Quizás fueron sus amigos o tal
vez los veinticinco años que llevaba en la institución. Sus compañeros lo admiraban y le
tenían mucho respeto (a mi también me querían, porque era su hija).
Trabajaba de albañil, a él nunca le faltaba trabajo y dado lo que hacía, lo realizaba
con mucho cariño. Al mediodía, yo le llevaba almuerzo a su trabajo y luego me apresuraba
para venir al colegio. Él protestaba, no le agradaba que lo hiciera, decía que sólo debía
preocuparme de estudiar. Yo replicaba que era la única que podría hacerlo, entonces él me
besaba y me daba un fuerte abrazo.

Esa tarde llegó atrasado a retirarme del colegio, algo lo incomodaba, tanto así que
no me contó una historia de su niñez; no quise preguntar, preferí callarme y esperar para
saber lo que pasaba. De pronto, sonó la alarma del cuartel y antes que me diera cuenta, mi
papá me había soltado el brazo y corría hacia el carro que ya iba saliendo. Mi costumbre era
irme a la casa y esperar a que todo se terminara, pero esta vez algo me impulsó a seguir el
carro.

Llegué rápidamente, el incendio era en la otra cuadra; el fuego ya había devorado la
residencia y me di cuenta de que si el fuego no era sofocado enseguida, se propagaría a la
casa de al lado. Tuve un pensamiento extraño, sentí que era la única que estaba ahí, en
medio de todo el desorden y la histeria que causa siempre un incendio, que es un fenómeno
rápido, devastador e incontrolable, salvo por estos hombres que lo enfrentan y luchan con él
arrebatándole objetos y personas que podrían sucumbir si no tiene suerte; también sentí que
mi presencia no servía para nada e incluso (qué locura) que el incendio era mi culpa.
Vi un bulto opaco que se movía en una de las ventanas del tercer piso y también vi a
mi padre trepando por la escalera de rescate. Pensé en el valor y en el espíritu de servicio
que se requiere para ser bomberos, sin esperar nada a cambio y arriesgándolo todo, incluso
arriesgando a que yo me quedara huérfana, si es que a él algo le ocurría. Mi padre tomó
delicadamente al hombre que estaba en la ventana y me di cuenta de que, a la distancia, me
había visto. Sé que no le gustó verme ahí.

El fuego se fue apaciguando cada vez más hasta que no quedó nada. Todos los
bomberos se formaron en la vereda; mi padre me ordenó irme a la casa; le obedecí.
Cuando llegó a la casa yo ya lo había pensado tanto que se lo dije en seguida:
-Quiero ser bombero, ¿o se dice bombera?
Me miró, no sabía qué decir y finalmente me preguntó por qué. Le respondí y sólo
comentó:
-Esta tarde estuve triste, pensé que ser bombero me había privado de importantes momentos
al lado tuyo, pero veo que esta situación en realidad te ha enriquecido.
Le expliqué todo y al parecer me entendió, me dijo que yo ya no era una niñita y
que si era mi decisión estaba bien. Yo esperaba pelear con él, tener una riña, pero no fue
así, me apoyó en todo esa tarde. Sentí que estaba orgulloso y tranquilo. Creo que siempre se
sentía un poco culpable, yo no tenía una madre que me cuidara mientras él salía a
medianoche o de madrugada a apagar un incendio, a atender un accidente. Sentía que no
me cuidaba lo suficiente, pero al mismo tiempo no podía dejar de correr hacia el cuartel
para intentar salvar a quienes en ese momento se debatían ente vivir o morir y que
esperaban por él.

Finalmente, me había dado cuenta de la importante labor de mi padre y me dio
mucho orgullo tratar de ser como él. Me esforzaría por ser una persona íntegra,
responsable, capaz de preocuparme siempre por mi familia y también del resto de la gente
con la que uno vive, de aquel que aún no conozco, pero que sin que yo lo haya planeado,
me necesita y, por lo tanto, es mi deber estar ahí cuando me necesite. No podía estar
tranquilo ahora que había comprendido que mi vocación de servicio se había despertado
para hacerme sentir una persona más alegre y agradecida de la vida, esa vida que siempre
debemos tratar de vivir de la forma que sintamos y queramos.