BOMBEROS, UNA ESPERANZA DE VIDA
SEGUNDO LUGAR- II NIVEL
Romina Villavicencio
12 años
7º Básico, Colegio Chillán, Chillán
“V Concurso Nacional Escolar de Pintura y Cuentos, Bomberos de Chile". 2002
Hoy, muy temprano, desperté mirando el gran sol de la madrugada, luego que bebí agua a través de mis raíces y refresqué mis hojas con el viento, fui a ver a mi abuelo. Él es uno de los más antiguos árboles del lugar y por ello sabe, y habitualmente me cuenta muchas historias interesantes que a mí me gusta escuchar. Hoy no fue la excepción y poniendo el corazón en cada una de sus palabras, me relató una de aquellas vivencias de años atrás cuando aún era un pequeño y joven árbol. Con atención lo miré mientras él decía:
-"Cuando yo era un arbolito, hace muchos, muchos años atrás, este pueblo era enormemente más grande que ahora, era todavía una colonia del "Gran bosque Español". Un día veintiuno de junio mis padres vieron, con mucha alegría, crecer mi segunda
ram..... ".
- Igual que yo-, interrumpí sorprendido, y en medio de mi ímpetu de árbol joven y tras la alegría que me produjo el haber coincidido con mi abuelo en aquella fecha, vi una lágrima correr por el tronco de mi abuelo. Quería estirar las ramas y abrazarlo, pero en ese momento llega mi madre a decirnos que la señora Mary, única persona que vive por aquí, nos iba a regar, y mi mami me dice muy enojada:
- ¿Qué le estás diciendo a tu abuelo que está llorando? Y me tomó de una rama.
Yo no tuve tiempo de explicarle, menos mi abuelito, si no que sintiendo un grado de culpabilidad por las lágrimas de mi abuelo, lo único que hice fue obedecer, ya que también tenía mucha sed.
Absorbí con ansias el agua que tan gentilmente me ofrecía la señora Mary y volví donde mi abuelito, que sin esperar a oír mis palabras me dijo:
- "Sigamos con la historia. Luego de ese gran momento de felicidad que viví con mis padres, comenzaron a llegar peligrosas noticias, se rumoreaba que los rebeldes habrían quemado y reducido a cenizas todos los lugares que encontraban a su paso y que las llamas se venían acercando a pasos agigantados hacia la colonia. Todos los árboles estaban asustados, yo creo que hasta mis padres. Aunque no lo demostraban, veía con terror la tragedia que se aproximaba. Así, se confirmaron los rumores y las llamas llegaron despiadadas hasta la colonia. La gente corría desesperada, los pequeños lloraban desconsolados, ellos sabían que no podrían proteger a todos los árboles de la colonia. La verdad era que no había nadie que nos pudiera proteger, sólo nos restaba esperar, resignados, la muerte.
" Mi abuelo se detuvo por un momento y comenzó a llorar nuevamente y yo, muy apenado le dije:
- Abuelito, si quiere no siga con la historia, cuéntamela otro día ¿ya?
- ¡No!, es bueno que lo sepas-. Y continúa:
"Lamentablemente, sólo cuatro o cinco árboles nos salvamos y gracias a que estábamos plantados al otro lado del río, pero vimos con horror cómo el fuego arrasó con todo, incluyendo a mis padres.
- Muy triste tu historia, abuelito, no sé qué decirte.
- No digas nada, porque aunque fue muy doloroso, no es la tristeza que viví lo que importa ahora... y cerró sus ojos para dormir.
" La verdad es que yo no entendí mucho sus palabras y como tenía tanto sueño también puse mis ramas a descansar. En la madrugada siguiente, al despertar, no vi el gran sol de costumbre, si no un gran manto de fuego. Rápidamente me restregué los ojos (pensé que estaba soñando), pero al darme cuenta de que no era una alucinación, alcé mis ramas para despertarlos a todos y al ver sus rostros presentí que la historia que mi abuelo me había contado el día anterior se volvía a repetir, porque nuevamente el infierno se posesionaba de nuestras vidas y no había nadie que nos pudiera proteger. Todos los altos, verdes y frondosos árboles, dispuestos a dar diariamente su vida por el bienestar humano, estaban resignados y sólo esperaban la muerte.
De pronto, se escuchó un ruido extraño y apareció un enorme camión y de ellos bajaron unos audaces pasajeros, que arriesgando sus vidas, salvaron a la señora Mary, luego cogieron unas mangueras que salían del camión y vaciaron agua por todo el bosque hasta detener el fuego. Todos los cafés rostros sonrieron una vez más y aunque no podían agradecer con la mano y un abrazo a esos valientes y heroicos hombres que después supieron se llamaban bomberos, ofrecieron con alegría su sombra para brindarles algo de bienestar después de la dura tarea que habían tenido que enfrentar.
Después de esto comprendí que la tristeza real de mi abuelito se debía a que él sabía lo que iba a suceder hoy y, aunque no me lo quiso decir, quería que yo estuviera preparado para la tragedia que se avecinaba, pero lo que él no sabía es que existían estas valientes personas que llegan a dar su vida por proteger a los demás y a la tierra. Con alegría pudimos agradecer a Dios y a los bomberos por la posibilidad de permanecer unidos como familia y esperar un nuevo día.
De parte de todos los árboles que han protegido con sus vida, ¡GRACIAS BOMBEROS!